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Tendencias 21.net, miercoles 11 de enero de 2012.
La economía industrial o de servicios ya no son claves, sino que las diferencias vienen marcadas por el conocimiento
Somos los protagonistas directos de la globalización económica, política y cultural. Todas con múltiples facetas que se interrelacionan unas con otras. Vivimos en un mundo globalizado en el que los movimientos de capitales seguirán siendo la fuerza que gobierne la economía a nivel mundial, donde el factor clave no será una economía industrial o una economía de servicios, sino que las diferencias vendrán marcadas por el conocimiento, y en el que las materias primas, el petróleo y otros productos, se convertirán en el nuevo instrumento de poder, originando múltiples conflictos geopolíticos y económicos. Y esto es lo que estudia la geoeconomía. Por Eduardo Olier.
Imagen: Geoeconomía, las claves de la
economía global.
Los hay que dicen que todo lo que nos sucede en
nuestro espacio vital local, en España, es culpa de una crisis económica que
nadie sabe a ciencia cierta de donde ha venido. A veces la culpa era de los
Estados Unidos y de las hipotecas subprime y ahora, más cercanamente, la mala es
la señora Merkel que tiene acogotada a Europa.
También los hay que dicen
que las crisis vienen tarde o temprano como sucede con el tiempo atmosférico,
que cambia de forma cíclica. O como dice uno de los economistas que cito en el
libro (Clemente Juglar): las depresiones económicas las crean los tiempos de
prosperidad.
Recientemente, incluso, estuve en una conferencia de una
persona relevante del mundo económico, presidente en el pasado de una importante
institución reguladora, secretario de Estado, e incluso, alto cargo en el Banco
Mundial.
Al comenzar su exposición sobre la situación económica española
esta persona a la que me refiero se arrancó diciendo que…Tener esperanza no ayuda y que el optimismo no es
bueno para resolver los problemas, que es mejor tener lo que él llamaba un
“pesimismo defensivo”. Cosa que la verdad no sé muy bien que significa.
El hecho es que estamos viviendo un momento en la historia del mundo muy
singular. Y a mi modo de ver lo que hay que tener es optimismo y esperanza.
Diría más tener un “optimismo positivo de la realidad”.
Somos los
protagonistas directos de la globalización: de la globalización económica, de la
globalización política y de la globalización cultural del mundo. Todas ellas con
múltiples facetas que se interrelacionan unas con otras.
El problema es
que si sólo vemos uno de los aspectos, o los aspectos más negativos, tenemos
grandes oportunidades de no salir de ésta, como se suele decir. Dicho de otra
manera:
Sólo mirando a la economía no tendremos una visión completa de
lo que sucede y nos será difícil aplicar las medidas que necesitamos.
Tres factores de globalización
A mi modo de ver, son tres
los factores que mueven el mundo globalizado:
1. La complejidad de lo
económico: todas las economías son interdependientes.
2. La complejidad
de lo político y social: están en marcha transformaciones nuevas que no sabemos
dónde terminarán y el caso más claro es el norte de África y Oriente Medio. Por
no hablar del hecho de que el modelo occidental, con sus valores que parecían
ser el fin de la historia como argumentó Francis Fukuyama en su libro “el fin de
la historia”, pues era el final superior de la organización humana, ya no son la
solución ni dentro ni fuera de las democracias al uso. Las democracias
occidentales, tal como están ahora, no sirven ni para los occidentales ni para
los pueblos que no la tienen.
3. La complejidad en las luchas de poder:
los conflictos armados, aunque sin haber desaparecido, han dado origen a enormes
conflictos económicos. Basta poner sobre la mesa los constantes ataques de los
mercados a las deudas soberanas en Europa, y los conflictos entre las divisas,
especialmente el dólar y el euro. Por no hablar de los desencuentros en la
organización mundial del comercio entre China y Estados Unidos, o las guerras en
internet que se dan con el robo de patentes y otros activos empresariales en lo
que ha dado en llamar cibercriminalidad.
Y esto es lo que estudia la
geoeconomía y el por qué del libro: tratar de ver el caleidoscopio del mundo
globalizado y reflexionar sobre los problemas desde esta óptica: lo que llamo
pensar en global. No basta ver un problema en concreto, es preciso ver el
conjunto, sus partes y las interacciones entre ellas. Y cómo se interrelacionan
la economía globalizada y la geopolítica con sus luchas de poder, que también
alcanzan al mundo empresarial.
La crisis económica actual
Primero, hay que decir que no se trata de una crisis global. Se
concentra especialmente en el mundo occidental: Estados Unidos y Europa. Aunque
el resto, por la globalización, sufre los efectos. De ahí que se piense que el
mundo en su conjunto pueda entrar en recesión.
Un dato: los países
productores de petróleo no tienen problemas financieros, pero los pueden llegar
a tener si el consumo en los países occidentales no acaba de arrancar.
Países que, a su vez, son políticamente muy frágiles y se enfrentan a
movimientos sociales cuyo devenir no es predecible hoy. Y esto afectará a la
economía y a nuestra forma de vida.
Lo que pasa en el norte de África y
en varios lugares de Oriente Medio y, no digamos, en Irán, determinará la
situación económica en el futuro. E, incluso, por el impacto que esto puede
tener en el petróleo y otras materias primas, puede condicionar nuestro modo de
vida.
No todo es por tanto el problema de la deuda o de las políticas
fiscales. Hay otros muchos factores que influyen y que hay que tener en cuenta.
Y esto es geoeconomía.
A China le pasa algo parecido, ya que es la
fábrica del mundo. Pero su situación social y política podría ser diferente en
el futuro.
China es un país que pone en marcha una central eléctrica de
carbón cada dos semanas, con el impacto medioambiental que esto tiene. Sin
olvidar lo relativo a las redes sociales poco activas hoy pero ¿quién dice que
no puedan estarlo dentro de poco y que al final alguien pase por encima del
portal chino Baidu que tiene bloqueado a Google?
Y los países
Sudamericanos y Rusia, aunque sin crisis aparente, no dejan de tener también
problemas de muchos tipos.
Situaciones que la globalización hace que se
sienta de forma muy rápida en muchos sitios, no sólo donde existen los
problemas.
Eduardo Olier (dcha.) junto a Carlos
Romero, presidente del CEU, y Ana Palacio, ex ministra Asuntos Exteriores, en la
presentación del libro en Madrid.
Europa, en la encrucijada
Europa
está en una importante encrucijada económica y política. Los países del centro y
del norte parecen tener sus economías saneadas y la crisis no les afecta como a
nosotros, aunque Francia puede estar en puertas de perder su calificación de
triple A.
Los países del sur y también Irlanda han entrado en una senda
muy difícil económicamente, como bien conocemos.
Inglaterra diría que al
mantener la libra y no haber entrado en el sistema monetario unificado del euro,
va por libre. Si bien tiene problemas evidentes, sobre todo en su sistema
financiero.
Y Alemania parece ser el país que marca el paso.
Esto es geoeconomía: la presión del poder político alemán o americano
sobre otros países para que realicen las reformas que tienen que hacer por estar
lastrando al conjunto europeo. Luchas de poder político mezcladas con poder
económico que a su vez se ve influido por los mecanismos de la globalización.
Y España en este contexto resulta ser un jugador que no está en la Champion league y que no tiene otro remedio
que seguir las directrices que marcan desde fuera. Lo que es geoeconomía.
Tenemos una crisis “a la española” que ha paralizado la economía y que
tiene 5 millones de parados al menos. Y para salir de esta crisis no le bastará
con tratar de hacer, como se suele decir, los deberes.
Se tendrá que
poner en marcha nuestro potencial geoeconómico que pasa por hacer valer nuestro
peso en el mundo y en Europa: el peso político y el económico. Y tener una
visión positiva como decía al principio. Pues todo pesimismo lleva, en mi
opinión, a la inacción, por mucho que el anterior secretario de Defensa
americano dijera aquello de que para ser eficaz en la vida hay que tener el
pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad. A mi modo de ver,
hay que tener optimismo en todas nuestras capacidades vitales.
Un mundo
globalizado en el que no hay vuelta atrás y en el que:
Los movimientos
de capitales seguirán siendo la fuerza que gobierne la economía a nivel mundial,
Donde el factor clave no será una economía industrial o una economía de
servicios, sino que las diferencias vendrán marcadas por el conocimiento. Por lo
que la educación será el factor competitivo clave.
Y en el que las
materias primas, el petróleo y otros productos se convertirán en el nuevo
instrumento de poder, originando múltiples conflictos geopolíticos y económicos.
Quiebra del sistema social
Alguien dirá que ya veremos, pero no
creo que sea una buena política. En el mundo globalizado hay que adelantarse,
sino ya conocemos los efectos.
¿Y las crisis económicas? El ciclo, como
dicen los economistas. Ya se entiende que en la situación actual, sin el recurso
de la moneda, España se enfrenta a unos ajustes evidentes en las bases de su
sistema de bienestar.
Es lo que suelo llamar las patas de la mesa del
sistema social, que son: la educación, la sanidad, las pensiones, y el
desempleo.
Volvamos a los datos: en 2010 el paro costó al Estado más de
30.000 millones de euros y en 2011 se superará con creces esta cifra. Las
pensiones se mueven por los 100.000 millones. Y entre educación y gastos del
sistema de salud, dependencia, etc., andamos como las pensiones, más o menos.
Con la seguridad social en pérdidas y el fondo de reserva cambiado de un
bolsillo a otro: hoy está invertido en deuda del Estado.
¿De dónde se
reducirán las partidas? No tengan duda: algo nuevo vendrá a buen seguro. Y lo
hecho en Cataluña es un aviso.
La última parte del libro se concentra en
proponer soluciones para tratar de desenvolverse en todo este lío. Es decir, lo
que se necesita para ejercer el liderazgo en un mundo nuevo y complejo, para
entender, y gestionar las guerras económicas y los intereses estratégicos
propios y ajenos, y para desarrollar una estrategia internacional donde las
empresas transnacionales operan ya de formas muy determinadas. Y todo esto hay
que conocerlo y saber cómo desenvolverse ahí.
Se necesita inteligencia
Bueno, inteligentes ya somos,
estarán pensando ustedes. Y tienen razón. Pero hablo de un modo nuevo de aplicar
la inteligencia. Lo que llamamos inteligencia estratégica o inteligencia
competitiva.
¿Y esto de la inteligencia estratégica qué es?
Lo
diré con un ejemplo en pocas palabras: dos empresas españolas fabricantes de
zapatos deciden de manera independiente abrir el mercado africano. Ya han estado
por Europa donde les va muy bien, en Estados Unidos, y en otras partes donde
también tuvieron éxito. Y han pensado que el continente africano puede ser una
opción interesante: está cerca y los costes logísticos pueden ser muy
atractivos.
Separadamente se van a áfrica los dos directores comerciales
de ambas empresas. Y después de una semana de andar de aquí para allá envían dos
correos electrónicos a sus respectivos jefes:
El primero dice: querido
jefe: ya te daré un exhaustivo informe en mano. Aunque te avanzo la conclusión
principal: imposible. Aquí no hay negocio. Todo el mundo va descalzo.
¿Qué dirán que dijo el segundo?
Querido consejero delegado: no
necesito muchas páginas para explicártelo. Esto es un chollo. ¡nos vamos a
forrar! ¡aquí todo el mundo va descalzo!
Esto es inteligencia.
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